Desde el 25 de julio- al 13 de agosto 2015
Inauguración y Cóctel 29 de julio 2015. a las 20.00 horas
Galería de arte EKA MOOR. C/Breton de los Herreros 56. MADRID.
Felipe Alarcón Echenique y Francisco Carlos Govín. Pintores cubanos en Madrid.
Es
Caribe en Madrid y momento de mirar al futuro de la mano del arte, de
la mano del otro. Y es momento de encontrarse y reencontrarse.
Coincidiendo. Coincidiendo que coincidimos y mucho más. Que miramos
hacia donde vamos, sin más límite que nuestros propios límites, ni más
compañía que la deseada. Porque no tenemos más horizontes que nos
limiten que los mentales, y esos estamos dispuestos a empujarlos con la
alegría del que mira de frente al futuro y la fuerza del que sabe de
donde viene. Es Caribe en Madrid y es hora del arte.
Y es hora de reencuentros en El Malecón. Con Felipe, con Francisco. Y con Gregorio.
Alvaro Sánchez
Reencuentros en El Malecón en la obra de Felipe Alarcón Echenique
Felipe
Alarcón no la emprende con el concepto ontológico del tiempo a la hora
de ejecutar su misión, sino con la pasión de una mirada extendida sobre
él, sobre cómo le ha construido como artista y como hombre.
Coincide,
en primer lugar, con algunos autores en lo relativo a que el collage es
nuestro retrato de la vida, ordenada y clasificada de forma novedosa.
Él lo hace de tal modo que relaciona nuestra hist...oria con los
fragmentos que constituyen la imagen. Con ello plasma la contradicción y
la discontinuidad o viceversa, pero manteniendo su carácter lineal para
el espectador.
Es
más, el propio artista me ha dicho alguna vez que considera –tal como
en una ocasión lo percibió o lo impresionó- el collage como un párrafo
que tenía que leer y que luego le conduciría a otros muchos hasta
completarlo con más capítulos y más pinturas.
En
segundo lugar y en otro orden de cosas, hay que señalar que todo el
conjunto de la obra de este hispano-cubano, ya sea en series, pinturas
individuales, dibujos, tintas, etc., la vida es, en su temática, una
fluencia continua, una sustancia temporal, un cambio permanente, porque
para la motivación de su proceso creador los reencuentros conforman
fases que se interpenetran en unas singulares coordenadas
espacio-temporales, en las que lo único inmutable y eterno es el Malecón
como metáfora y ardiente matriz de su origen y existencia isleña.
Por
lo tanto, élan vital y realidad como temporalidad; conciencia intuitiva
sobre la duración, el movimiento, los cambios, la espiritualidad que
los rige y potencia. Si la gracia del arte consiste en encontrar la
flexión justa al torneado de los seres, su magia es precisamente rehacer
el mundo, exaltando su personalidad e integrándolo en una totalidad.
Esta es la ambición cumplida del autor: ajustar las estructuras
plásticas a la definición total de la obra.
En
fin, dando la palabra a Bergson: “para que el cambio ininterrumpido que
cada uno de nosotros llamamos yo pueda actuar sobre el cambio también
ininterrumpido que llamamos cosa, es preciso que estos cambios se
encuentren relacionados entre sí”, damos por concluido el acercamiento a
una empresa artística que habla mejor por sí misma.
Otros reencuentros en El Malecón en la obra de Francisco Govín
Este
artista tiene algo en común con el francés Odile Redon, en cuanto a que
su originalidad consiste en traer a la vida, de un modo humano, seres
probables –y no improbables, tal como argumenta Odile- y hacerlos vivir
de acuerdo con las leyes de la probabilidad pero poniendo –tan lejos
como sea posible- la lógica de lo visible al servicio de lo invisible.
Como dije en una ocasión, en él existe el deseo desesperado de librar
una batalla tras otra, una aventura que expresar una y otra vez y un
deseo desesperado de que la belleza no sea lo único a salvar.
En
su obra se cumple la frase proferida por Michel Seuphor, en lo
referente a que “a medida que nos internamos en nosotros mismos, más
clara y más imperativa será la imagen que podamos dar de nuestras
sedimentaciones interiores: sólo así nuestra expresión será universal”.
Como tal es esta configuración a modo de un expresionismo insólito,
caribeño, debido a su concepción, a su penetración, a su hondura en lo
que podemos considerar como la cuestión existencial por excelencia.
Es
una mirada plástica y figurativa, de tonos sombríos, y hasta muy
sombríos, y claros, de ensimismamientos y laberintos, donde se ofrece en
unos espacios concretos una reflexión ontológica que alimenta unos
escenarios que hablan de realidades determinadas, de reencuentros
silenciosos, taciturnos, desventurados, de nostalgias imprecisas y de un
Malecón que lo ve todo sin aparecer en nada.
También
escribí, en lo relativo a su obra, que el mundo caribeño en el que se
inserta no lo concibe disfrazado sino desnudo y perdido en un tiempo
inmóvil, en un desfallecimiento que se conserva impotente desde todos
los ángulos, en una languidez que lo contagia hasta detener el juego de
ficciones y confesiones.
Quizá
lo que más dificultad le supuso es el no ir de ensueño en ensueño, de
no incurrir en un onirismo en el que se extraviaría la lucidez de sus
designios, secretos y esperanzas, así como sus ajustadas percepciones
cromáticas, sus imaginerías, que son el vehículo de un lenguaje absorto
en sus vivencias, creencias y evocaciones.
Y
al final se vislumbran más formas en esta muestra de su trabajo, que se
intuyen como la obtención de un lugar dentro de un contexto físico,
cultural, social, etc., que le permita una permanente revisión del
conjunto de sus identificaciones, ya pertenezcan a su ser más inmediato
como a la verdad de unas visiones que llenan vacíos, ausencias y
retornos.
Gregorio Vigil-Escalera
Miembro de AECA/AMCA
A mitad del muro coinciden dos islas
Felipe Alarcón Echenique y Francisco Carlos Govín
Eka & Moor.Art Gallery.
Bretón de los Herreros, 56. Madrid.
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Obra de Felipe Alarcón Echenique |
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Obra de Felipe Alarcón Echenique |
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Obra de Felipe Alarcón Echenique |
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Obra de Francisco Carlos Govín |
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Obra de Francisco Carlos Govín |
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Obra de Francisco Carlos Govín |
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Obra de Francisco Carlos Govín |
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